Adoctrinamiento en la ‘granja escuela’

Antía y Navia nunca han ido a una Granja Escuela, ni siquiera en la Escuela Infantil cuando, ya desde los dos años, suelen llevar a las peques a este tipo de sitios…

Las granjas escuelas no aportan nada positivo

Y nunca han ido por una sencilla razón; las granjas escuelas son como zoos pero con animales de granja. De hecho, el estrés al que son sometidos estos animales es incluso peor que en los zoos porque a estos animales los tocan, los cogen, se suben en ellos y los estresan cientos de niñas y niños cada día, siendo una auténtica tortura para ellos.

Ni los zoos ni las granjas escuelas enseñan nada positivo, porque lo único que siguen perpetuando es que los animales están aquí para nosotras, y que podemos encerrarlos, que podemos montarlos y hacernos fotos encima de ellos, que podemos correr detrás de ellos y asustarlos, que podemos robar a las gallinas sus huevos para luego comérnoslos… Y lo peor, siguen fomentando la disonancia cognitiva más absoluta, al fomentar la interacción con un cerdo o un pollo y al rato, en el mismo espacio, sentarse a comer al hermano de ese animal….

Existen otras formas de conocer a los animales

Preferimos enseñar a nuestras hijas el respeto hacia todos los animales. Si podemos ir a algún santuario y que interactúen con ellos, fantástico. Y si no, existen documentales maravillosos donde pueden ver a los animales en sus hábitats naturales, en libertad, que es el único sitio donde deberían estar.

También solemos ir una o dos veces al año a realizar una jornada de voluntariado en algún santuario de animales, y que así nuestras hijas aprendan al mismo tiempo que pueden interactuar con ellos desde el respeto y la empatía.

Cuando ha llegado el momento, al profesorado se lo hemos explicado de una manera asertiva. Y siempre, el día de la salida a la granja escuela, hemos elegido un plan B mucho más apetecible para ellas, como pasar el día en el Parque de Atracciones. Por lo tanto, están deseando que llegue el día de la dichosa excursión para poder disfrutar de un día entero de ocio en familia.

Existen alternativas éticas a la granja escuela

También hemos propuesto varias veces, en los distintos centros educativos a los que han asistido, cambiar ese tipo de excursiones, intentando explicar que realmente no aportan nada positivo ni a la educación y ni a su proceso de desarrollo, tratando de incluir excursiones que fomenten el respeto y la empatía hacia los animales y nuestro planeta. Decir que en algunos coles sí que ha surtido efecto y han eliminado de sus programas este tipo de excursiones.

Podemos seguir fomentando el respeto hacia todos los animales, desde nuestros círculos cercanos y tratando de cambiar patrones de conducta muy arraigados en nuestra sociedad pero que ya están obsoletos para aquellas personas que apostamos por la ética, el respeto y la solidaridad.

Nuestras NO Navidades

Es curioso pero cada vez que le contamos a alguna persona cómo enfocamos nosotras las Navidades siempre recibimos la misma reacción: Qué envidia, ¿y cómo lo habéis hecho? Pues fácil… ¡Haciéndolo!

Bueno, realmente, no para todo el mundo es fácil. Entendemos perfectamente que las relaciones familiares son complejas y con muchas emociones y sentimientos de por medio, así que aquí solo os vamos a contar cómo lo hemos gestionado nosotras y como “celebramos” nosotras estas fiestas, por si os puede dar alguna idea o servir de ayuda.

Ya desde antes de tener a las niñas no solíamos celebrar la Navidad. De hecho, solíamos viajar a países musulmanes en dónde no tuviésemos ningún tipo de reminiscencia de la Navidad.

Al nacer las peques, al principio, sí que nos reunimos con la familia, pero todo nos resultaba demasiado trabajoso: tener que llevar nuestra propia comida, sentarnos en una esquina de la mesa para poder sobrellevar la presencia de animales muertos que en ella había, la pata de jamón en la cocina, comentarios jocosos, etc… ¿Os suena, verdad?

Y una Nochebuena, cuando Antía tenía 3 años y Navia tan solo 1, estábamos nosotras en nuestra esquina de la mesa con nuestro redondo de seitán relleno y Antía nos preguntó bajito: ¿Qué tienen en esa fuente? Les pregunté y me contestaron: Es ternera en salsa. Yo yo le respondí a Antía en voz alta: “Cariño, es un bebé de vaquita”. Ya os podréis imaginar el momentazo… comentarios, malas caras… Total, que esa Nochebuena decidimos que era la última que pasábamos en familia.

Por suerte tenemos una casita en un pueblo de la Sierra de Gredos a dónde vamos para escapar para desconectar y reconectar con nosotras mismas. Donde refugiarnos cada año en estas fechas. Y es ahí donde también creamos nuestras propias tradiciones como, por ejemplo, la celebración del Solsticio de Invierno con nuestros pequeños rituales, que no son otra cosa que propósitos de nuevo año y valoraciones o aprendizajes del año qued dejamos atrás. 

Nochevieja, en cambio, sí que lo celebramos siempre. Pero desde hace ya unos años de una forma también alejada de la familia, generalmente hacemos una cena en casa con amigas. Y , como ya os comentamos en otro post, los Reyes tampoco los celebramos, ya que los regalos nos los damos el día 1 de enero.

Por lo tanto no nos reunimos en estas fiestas con la familia extensa. Las pasamos solas, tranquilas, las cuatro. Disfrutándonos mucho, sin cadáveres en las mesas ni grandes comidas copiosas. Las pasamos en contacto con la Naturaleza, con la chimenea, con tranquilidad y dándonos tiempo de calidad.

Paséis como paséis vosotras las navidades, sin duda esperamos que lo paséis genial y que os sirvan para desconectar, recargar pilas, ver a la familia o hacer ese viaje que tanto os apetece. Las celebréis como las celebréis, que tengáis unas felices fiestas y una mejor entrada de año, que estrenamos década y hay que afrontarla con energía y positivismo.

Reyes Magos y otros seres mitológicos

dibujo de 3 camellos a contraluz en el atardecer del desierto

Antía y Navia no creen en unicornios. Ni en brujas que vuelan en escobas. Ni en ratoncitos que te traen dinero cuando se te cae un diente. Ni en reyes mágicos montados en camellos. Ni en señores de rojo que vuelan en trineo tirado por renos. No, no creen, y son felices, tremendamente felices.

Porque contar la verdad y no criar en Ia mentira es sano, es bueno y no rompe absolutamente ninguna magia ni ninguna ilusión. Y hablamos con total conocimiento de causa.

Siempre tuvimos claro que no celebraríamos la Navidad con nuestras hijas porque además de nuestra condición de ateos, son fechas bastante tristes para nosotras, con un consumismo desmesurado y demasiada muerte en las mesas. Así que durante unos años nos inventamos, como buenas frikis que somos, que El Elfo de Año Nuevo venía a casa el 1 de enero y repartía los regalos. Era muy bonito, Pablo hasta se inventó un precioso cuento, pero realmente en el fondo, no nos sentíamos nada cómodas con esa mentira y cada vez nos resultaba más difícil de gestionar.

Así que cuando Antía tenía algo más de tres años y Navia como un añito les contamos la verdad. Lógicamente Navia era todavía demasiado pequeña como para entenderlo, pero jamás olvidaremos el momento en el que se lo contamos a Antía y su reacción. Nos miró fijamente, con los ojos llenos de rabia y lágrimas, y nos espetó:

“Vale, eso lo entiendo pero, ¡¿Por qué me habéis mentido?!”

Antía (3 años)

Nos derrumbamos, lloramos y le pedimos perdón. Le explicamos que muchas veces las personas adultas se dejan llevar por tradiciones impuestas socialmente, creyendo que es lo mejor. Pero que nosotras sentíamos que nos habíamos equivocado y que sentíamos aún más haberle contado esa “pequeña” mentira.

Han pasado ya como 5 años y Antía todavía se acuerda y nos lo sigue echando en cara muchas veces… Increíble.

Y sin embargo, nunca han perdido la ilusión ni la magia. Porque la ilusión para ellas es elegir sus propios regalos para el día de Año Nuevo, envolverlos antes y colocarlos en el árbol para abrirlos el 1 de enero.

Su ilusión es saber que nosotras nunca les vamos a mentir ni a ocultar nada. Su ilusión es saber que nunca se van a sentir traicionadas por las personas en las que más confían.

Respetamos las diferentes formas de criar. Nuestras hijas no lo dicen en el colegio porque nosotras así se lo hemos explicado y pedido, pero si lo dijesen en algún descuido, no permitiríamos que se nos cuestione por el hecho de no mentirles a nuestras hijas bajo ninguna circunstancia. Igual que nosotras no cuestionamos que se eduque haciéndoles creer a las niñas y niños en algo que no existe para mantener una supuesta ilusión.

Cada familia lo gestiona de una manera diferente, puede que no la compartamos pero es totalmente necesario respetarla. Entendemos que salirse de lo socialmente establecido chirría y molesta, pero el respeto, sin duda, es la base para poder gestionarlo todo de una manera más gratificante y positiva para todas.

Básicos de la crianza vegana

¿Cómo se lo explico?

La empatía natural de las más peques por los animales es algo totalmente innato. Por lo tanto, cuando crías en el antiespecismo y en el amor y respeto hacia todos los animales lo realmente raro para ellas es comérselos.

Además, al criarse en casa con animales no humanos, en nuestro caso perros y gatos, han visto siempre a los animales como sus amigos, como otros miembros más de la familia. Y esta empatía la hemos ampliado al resto de animales, por lo tanto, ellas nunca han hecho distinción entre un perro, un gato, un cerdo, una vaca o un pollo. Partimos de la premisa de que todos los animales son nuestros amigos, así que, lógicamente, ni nos los comemos ni les hacemos daño.

Este tipo de conceptos los manejamos desde que son muy pequeñas. Aunque es a partir de los 3 años, más o menos, cuando ya se empiezan a denominar a sí mismas como veganas y saben que lo son porque no comen animales. Pero es a partir de los 5 aproximadamente cuando son plenamente conscientes de ello y de lo que supone no comer animales. De hecho, Antía, que ya tiene 7, es perfectamente consciente del antiespecismo y sabe identificar de manera asombrosa el especismo en la sociedad y a su alrededor.

El cole

El adoctrinamiento y el fomento de la disonancia cognitiva comienza desde la Escuela Infantil. Desde los dos años nuestras hijas ya tenían en sus clases los típicos dibujos de relacionar una pata de jamón con un cerdo, un vaso de leche con una vaca y un huevo con una gallina. Enseñándoles así, desde tan pequeñas, que los animales son productos y que “nos dan cosas”. Nosotros nunca hemos permitido que hiciesen este tipo de trabajos, o bien los hemos modificado o bien hemos hablado directamente con sus profesoras explicándoles nuestros motivos éticos para no participar en eso y siempre lo han aceptado y respetado.

Del mismo modo nunca hemos dejado que participen en ningún tipo de actividad que conlleve maltrato animal, como las habituales visitas a la granja-escuela. Siempre hemos buscado un plan alternativo mucho más especial e ilusionante para ellas, en nuestro caso, el día de la granja escuela del cole nos vamos al Parque de Atracciones. No hay dramas por no ir, todo lo contrario, desde los 4 años son ellas mismas las que no quieren participar en ese tipo de actividades porque les hemos explicado y entienden que eso no es bueno para los animales y que es explotación. Igual que los zoos, acuarios, circos con animales, etc, etc. Les explicamos que ningún animal debería de estar encerrado y que tienen el derecho a ser libres.

Ensayo y error… pero la perseverancia es fundamental

Hasta la fecha, y siempre buscando la mejor opción para nuestras hijas, han pasado ya por tres colegios (este último creemos que será el definitivo porque estamos realmente felices en él). Ya en la Escuela Infantil ellas tuvieron su menú vegano sin problema, aunque era de catering y no era demasiado completo desde un punto de vista nutricional. En el primer colegio solicitamos el menú vegano y tras un par de reuniones con el director lo conseguimos sin problemas, además era comedor propio y era un menú maravilloso, muy completo y equilibrado. En el segundo colegio, también con comedor propio, había un menú vegetariano, aunque ellas no lo tomaban evidentemente y se llevaban sus tarteras con su menú vegano. En este no lo peleamos mucho porque desde muy pronto vimos cosas que no nos gustaban y ya nos imaginábamos que no estarían demasiado tiempo, como así fue. Y en este último y tercer colegio, con comedor propio una vez más, desde el comienzo del curso en el mes de septiembre lo solicitamos y hasta el mes de enero no nos lo concedieron, tras varias reuniones con el equipo directivo, el envío de un escrito a la Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid y posterior aprobación de este en el Consejo Escolar. Pero durante ese periodo de tiempo ellas se han podido llevar su comida en sus tarteras. Esta opción ya la teníamos asegurada desde que las matriculamos en él, sino para nosotros hubiese sido algo inviable.

Sociabilización

Uno de los aspectos más difíciles para cualquier persona que se haga vegana es el aspecto social con el entorno especista que nos rodea, y cuando hay peques de por medio, la cosa no se hace más fácil precisamente. Por ello hemos querido recopilar unos cuantos consejos que a nosotras nos han funcionado. No quiere decir que valgan para todo el mundo, pero si sirven de ayuda, bienvenidos sean.

Cumpleaños

En relación con los cumpleaños de compañeras y compañeros del cole varía mucho dependiendo del propio centro y de cómo sean las madres y padres. Como ya hemos comentado llevamos ya tres coles y este último es, con mucha diferencia, el más inclusivo de todos.

Desde el principio en los cumpleaños se volcaron con nuestras hijas ofreciéndonos opciones veganas sin problema, esforzándose y preguntándonos qué podían comer y qué no. De hecho, hasta una madre hizo todo el cumpleaños de su hija vegano, para que así no hubiese ningún tipo de exclusión. Otras han puesto muchas opciones, y otras han hecho incluso sus primeros bizcochos veganos para nuestras peques. Así que entenderéis que estemos tan felices con este colegio, ya no solo por su sistema educativo, que nos encanta, sino por la inclusión y el respeto que se fomenta desde las madres y padres pasando por el equipo directivo y hasta en las propias empleadas del comedor.

Por desgracia en colegios anteriores nos hemos encontrado que, ni nos daban opciones veganas, ni tampoco recibíamos ningún tipo de colaboración o empatía por el resto de madres y padres, y que teníamos que ser nosotras quienes llevásemos siempre la tartera con la merienda. Lo que hacíamos era hablar antes con las madres y padres para saber en que iba a consistir la merienda del cumpleaños, y llevar así exactamente lo mismo, pero en versión vegana (suelen poner sándwich, perritos, chuches, tarta… todo esto hoy en día es fácilmente veganizable). Por supuesto, todos los cumpleaños de nuestras hijas son siempre 100% veganos.

Reuniones familiares, etc.

En cuanto al tema de familia y reuniones familiares debemos decir que nos hemos desvinculado bastante, se nos hacían complicadas esas reuniones familiares alrededor de una mesa llena de animales muertos y hemos preferido vernos en otras circunstancias más amables para todas. Si bien es cierto que nos seguimos reuniendo una vez al año y en los dos últimos años en restaurantes veggies, así que es algo sin duda de agradecer.

Respecto a nuestro grupo de amigas, por suerte, son todas personas veganas y muchas también tienen niñas pequeñas de edades similares a Antía y Navia, así que nuestras salidas y quedadas son estupendas, sin ningún tipo de conflicto innecesario por tema de comidas. Por lo demás nuestras hijas hacen una vida totalmente normal. Jamás se han sentido discriminadas en el colegio ni en ningún otro lugar. Pensamos que es nuestro deber fomentar la inclusión, el respeto y la empatía hacia todo tipo de diversidad, ya no solamente por el tema vegano, sino hacia cualquier otra circunstancia, ya sea por motivos religiosos, de género, transexualidad, etc… Y ese mismo respeto e inclusión que nosotras fomentamos lo exigimos de cierta manera para nuestras hijas, por ejemplo, pidiendo que en los cumpleaños a los que asistan siempre haya opciones válidas disponibles para ellas.

Pero no siempre ha sido así. Como la gran mayoría de personas que dan el paso al veganismo, hemos pasado por situaciones incómodas, cuestionamiento de familiares y amigos, burlas absurdas y demás situaciones estresantes, lo que nos ha proporcionado herramientas útiles a nivel social para gestionar este tipo de situaciones, tanto a nivel particular, como con lo relacionado con la educación y dieta de las niñas.

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